Por Javier González, CEO de Magna Coaching, Compañía especializada en el desarrollo de entidades, organizaciones y personas.
Todas las personas buscamos la felicidad en las diferentes facetas de nuestra vida, y para ello queremos poder compaginar nuestra vida personal y laboral. El desarrollar la actividad profesional en un ambiente agradable de trabajo y el sentirse valorado dentro del marco de una empresa son necesidades que, una vez satisfechas, aportan una sensación de conformidad plena con nuestra vida; y eso trasciende a nuestro rendimiento y, por tanto, a nuestra productividad en el marco de la empresa.
En ese sentido, el coaching es un proceso que tiene mucho que ver con cómo percibimos el ambiente en el que estamos y cómo queremos cambiar nuestros comportamientos asociados a dicho ambiente. Por ello, en las diferentes sesiones con empleados y directivos, el foco se centra en las fortalezas y áreas de mejora de ambos.
El coaching ayuda a motivar a los empleados y a conseguir un desempeño profesional excepcional, a partir de la mejora de sus habilidades, competencias y búsqueda del aprendizaje continuo. Fundamentalmente a través de las sesiones de coaching y de las preguntas del coach, tanto el empleado como el directivo aprenden a conocerse mutuamente y a construir un área de confianza entre ambos que redunda en un clima colaborador, donde fluye la información esencial para realizar un trabajo preciso.
Pero no sólo esto, sino que el directivo aprende a liderar, a manejar su componente emocional y a construir equipos de alto rendimiento. Cuando los empleados están motivados, perciben su trabajo como parte de su desarrollo vital, realizan su función en un ambiente empresarial propicio para la mejora continua y además cuentan con el liderazgo de directivos que valoran la contribución de cada trabajador a los objetivos marcados; la productividad de la empresa mejora, hace que ésta sea más competitiva, ganando cuota de mercado frente a la competencia y aprovechando los potenciales nichos de mercado.
Este camino no se consigue de un día para otro, pero trabajar en él y convertirlo en un hábito es la forma de alcanzar el éxito. No se trata de implantar grandes procesos ni elementos altamente sofisticados, sino de trabajar día a día en el cambio organizacional de la empresa, en la forma de enfocar las relaciones interpersonales y de establecer la empresa como un gran lugar para trabajar.
Pensemos en algo tan sencillo como sonreír a una persona. La transcendencia de ese pequeño gesto es tan grande que hace que la persona que vuelve a su puesto de trabajo lo haga sintiéndose valorada y apreciada y con ganas de dar, realizando una gran labor que reafirme el principio de la reciprocidad entre el dar y recibir. Cuando has recibido tiendes a compensar dando en tu trabajo. Si no, haced la prueba: sonreír a una persona y veréis que esa persona tenderá a hacer lo mismo a otras personas de su alrededor. Coste cero, beneficio inmenso.